sábado, 30 de mayo de 2015

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Te adoro con toda mi alma y te consagro para siempre jamás, todos mis pensamientos, mis palabras y obras.

¡Ojalá pudiera, oh divino Corazón, consagrarte tantas adoraciones, tanto amor y tanta gloria como Tú consagras a tu eterno Padre! Sé el reparador de mis defectos, el protector de mi vida y mi amparo en la hora de mi muerte. Esta gracia te la pido también para los pobres pecadores, los corazones afligidos, los enfermos y los agonizantes; para mis parientes y bienhechores, amigos y enemigos; por las personas que se encomiendan a mis oraciones, especialmente por aquellas por quien tengo obligación de pedir y, en fin, para todos los hombres que existen en la tierra, a fin de que los méritos de tu preciosa Sangre no se pierdan para ellos. Haz también que sean aplicados en sufragio por las almas del Purgatorio, para que todos en el Cielo podamos bendecirte, adorarte y amarte. Amén. 

¡Alabado sea el sagrado Corazón de Jesús en el santísimo sacramento del Altar! 
¡Sea por siempre bendito y alabado!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío! 

Confío: 
El pasado a vuestra Misericordia, 
El presente a vuestro Amor 
Y el futuro a vuestra Providencia.

Novena Sagrado Corazón


Cambio de horario


jueves, 7 de mayo de 2015

Conocemos algunas ADVOCACIONES MARIANAS

No podemos hablar de Jesús, sin pensar en María, ni buscar a la Madre sin encontrar también al Hijo... 

Para llegar a Jesús hay que recorrer el camino de María, amar al Hijo, implica amar a la mujer que le dio la vida; sentirnos su hermano es sabernos hijos muy amados de nuestra madre del cielo, la Virgen María… 

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. 

Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.





Mayo, mes de María




Pasatiempos del Domingo VI Pascua B




sábado, 2 de mayo de 2015

Historia de la Iglesia para niños (I)

Tres días después de su muerte, Jesús resucitó y se apareció en Jerusalén a sus discípulos: primero a María Magdalena, luego a Pedro y a los demás apóstoles.

En Galilea, Jesús volvió a aparecerse a sus discípulos. Los visitó varias veces, conversó con ellos y finalmente les dijo: "Se me ha dado poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado". Con estas palabras, Cristo dio a su Iglesia autoridad para predicar y le ordenó hacer discípulos en todo el mundo.

La Iglesia comienza su predicación alrededor del año 30, el día de Pentecostés, en Jerusalén. Doce hombres anuncian a su paisanos y a los peregrinos reunidos con motivo de la fiesta que Jesús, el enviado de Dios, crucificado como un delincuente, está vivo. Así los apóstoles comienzan el anuncio del Evangelio: primero en Jerusalén y solo a los judíos; después, cuando los discípulos tienen que huir de Jerusalén, el Evangelio llegará hasta Antioquía y se predicará a judíos y gentiles. En Antioquía es donde los discípulos de Cristo reciben el nombre de cristianos. Antioquía se convierte en el punto de partida de la evangelización del Imperio Romano. Desde allí partirá Pablo en su primer viaje misionero.

Los viajes de San Pablo

En el segundo viaje, que emprende a través de Asia, decide evangelizar Macedonia; así, el Evangelio llega a Europa sobre el año 50. Nacen las comunidades de Filipos, de Tesalónica, de Corinto... y Pablo llega hasta Atenas, capital de la cultura. Mientras, Juan ha extendido el Evangelio por toda Grecia con las iglesias que aparecen en el Apocalipsis.

En el tercer viaje, Pablo visita de nuevo las comunidades de Asia y de Europa. 

El cuarto viaje conduce a Pablo a Roma, pero esta vez como prisionero. Allí, durante dos años de libertad vigilada, Pablo proclama el Reino de Dios y enseña lo relativo a Jesús.

En muy pocos años, las comunidades cristianas se extienden desde Jerusalén hasta Roma e incluso llegaron a los confines del mundo conocido, al Finis terrae, allí donde se consideraba que terminaba la tierra. Hasta aquí llegó el Apóstol Santiago, nuestro Patrón.